sábado, 11 de septiembre de 2010

Una aparición

Voy a realizar una confesión, o como cada vez se oye más, voy a dar una exclusiva, aunque tratándose de lo que se trata, creo yo que lo de la confesión va como más a tono.

Hace unos días Manuel señalándome una galleta que estaba a punto de comerse me dijo "A Virgen", que traducido de su idioma, o del gallego, viene a ser "La virgen". Me lo repitió un par de veces y me quedé impresionado, porque si no hubiera sido un bebé, quizá es que quería decir que la galleta en cuestión estaba la virgen de buena, pero claro está, mi Manuel no utiliza aún ese tipo de expresiones.

Así que deduje que efectivamente estaba viendo la imagen de Nuestra Señora, en tan inusual objeto, no tratándose de los ya manidos, caminos, peñas, cuevas, encinas y demás hornacinas que la naturaleza ofrece para sustentar las apariciones marianas.

Una vez que me hice a la idea de que la elección de este soporte podía ser un símbolo de la modernidad de nuestros días, y reuniendo todo mi valor, decidí comentarle lo ocurrido a mi suegra, que para mi perplejidad argumentó que era muy posible que fuera una aparición, que  a una vecina suya, digna de todo crédito, y mientras cortaba patatas, se le apareció el Señor Jesucristo en una de la rodajas.

Luego he ido recordando otros  eventos parecidos, algunos de hace ya años, como cuando a un confiado ciudadano que cortaba jamón se la apareció la cara de Javier Pérez de Cuéllar, el que fue Secretario General de las Naciones Unidas, en una de las lonchas, es decir que también se dan las apariciones profanas.

A todo esto, la galleta en cuestión era María, por supuesto, y en un descuido Manuel se la comió en una especie de primera comunión anticipada... Si es que pasa cada cosa.





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