martes, 11 de enero de 2011

La muerte repentina



El año nuevo ha tenido para mí un comienzo seco, abrupto. la Navidad terminó de repente, hace ya unos días a bordo del bus 10 cuando se sentó a mi lado Carlos y le solté eso de ¡feliz año! ¿Que tal las fiestas? y en vez de contestarme, bien.... con la familia... ya se sabe. va y me suelta un contundente, "Mal, mi madre ha muerto el día 30".
    El hombre evitó mi mirada, volvió la suya hacia arriba, mucho más allá del techo del autobús y mientras tanto, a mi se me hizo un nudo en la garganta  y todos los polvorones, alfajores e incluso los roscos de vino de mi suegra, ingeridos durante estos días, pujaron por unos momentos por salir por el lugar por donde entraron.

    Durante el trayecto, y mientras Carlos me comentaba el proceso de duelo por el que tanto él como su familia estaban pasando, que supongo que no se diferenciaba mucho del que sufren la mayor parte de las personas y del que algún día sufriré yo mismo, mi mente viajó hacia esa patria de todo hombre que es la infancia y hacia mis primeras ideas en cuanto a la muerte, que surgieron en torno a algo, por aquel entonces difuso y terrible denominado "muerte repentina"

    No me acuerdo de mi edad, pero si de que los mayores hablaban en torno a la mesa de formica de la cocina y lo hacian en voz baja, llegando hasta mi palabras que me parecian muy inquietantes y de las que deduje que el tio Arsenio habia fallecido por algo que denominaban "muerte repentina" Así que comencé a preguntar insistentemente que era aquello, y las respuestas no me sacaron de la duda, "son cosas de mayores", "sal de la cocina y vete a jugar"....

    Por fin la abuela Pilar que era la que más lloraba de todos, me dijo: "Pues que va a se hijo, que te mueres de repente y ya está" Respuesta que me dejó perplejo y que trastornó en mucho aquellos dias de mi niñez. Porque cómo iba uno a morirse así sin más, sin tos, sin gripe, sin nada...no era posible, no.

    Luego me pareció oir "pidió un vaso de agua, y no le dió tiempo ni a tomarlo, murió", así que durante un tiempo renuncié a pedir vasos de agua, porque con la muerte repentina nunca se sabía....

    Hoy a los niños les explicamos todo mucho más, pero hay cosas que ni de mayores entendemos, el caso es que mis fiestas de Navidad terminaron así, preguntándome como es posible que mientras uno come turrón y canta villacicos, unos metros más allá, alguien con quien trabajas todos los dias  vive quizá el momento más doloroso de su vida...sin existir la más mínima comunicación, cada uno encerrado en su pequeño mundo...

    Y mientras mi preguntra busca respuesta, quizá me siento como aquel niño que fui,  que tampoco la encontraba. La diferencia es que en el fondo...yo ya no la espero.




   

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